Erase una vez una mañana.
Erase una vez una mañana de primavera, era clara y luminosa, los primeros rayos del que todo lo ilumina me invitaron a un paseo muy especial.
Aunque era temprano los rayos del sol eran fuertes y empezaba a hacer calor. Pensé que lo mejor sería adentrarme en el bosque de galería que inundaba toda la ribera, al menos en lo que la vista me daba.
Una vez allí todo era frescor, paz y equilibrio. Un haz de luz en todas direcciones iluminaba los rincones entre sombras, todo estaba en una calma algo mágica.
Me senté en una piedra junto al río y pasados unos instantes mis ojos se acostumbraron a esa luz tan especial.
De repente algo empezó a pasar, seres mitológicos desfilaron a mi alrededor, cada uno iba a lo suyo. Pensé que mi retina electrónica debía «capturarlos» a todos.
Y así fue.
El primero que observé me dejó de piedra, los rayos que irradiaban su cuerpo me capturaron, fue un caballito del diablo (Zygoptero).
Mi segunda visión fue menos estremecedora, una belleza casi absoluta, allí estaba la doncella. (Nimphalidae).Un duende entre sombras me dejó helado un segundo.(Nemoptero).Me sobrepuse cuando vi los ojos del lobito.(Pironia)Un sátiro que flotaba en el aire me dijo que siguiera adelante, que merecía la pena.(Hipparchia).Allí estaba ella, sobre la tapa de la caja, quieta, esplendorosa. Lo conseguí, vi a pandora.(Argynnis)
Nota:Este texto pretende ser un microrrelato ilustrador de un paseo mañanero en primavera, por la ribera del río Genil, concretamente en los alrededores de Píno Genil, Sierra Nevada, Granada.